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En el bosque

 

Sobre la tarde tropieza una mujer en un sendero del bosque. Ella debe el rostro a sus manos y a la sangre del paraguas.

            En el bosque, el silencio es de las ramas y de las flores, que sigilosas miran el camino pedregoso de la mujer. Ella viste una túnica bordó con cierres negros y pliegues oscuros. Además, un cuello alto de fina seda blanca, que cubre toda la saliva que esta mujer tolera y tolera a la par de su marcha.

            Nadie mira. Nadie ve. Nada ni nadie siquiera escucha lo que el bosque le dice a esta mujer apurada. Trozos de árboles se capitulan uno detrás del otro para formar una gran sombra fresca con olor a piña y a cedro. La mujer corre y tropieza y camina torpemente. Va dejando atrás las gotas de sangre que caen de su mano y del paraguas. Estas gotas se aplastan sobre el sendero, que junto con el bosque, es el único testigo. Aquel camino de tierra blanda conoce, como la palma de su mano, a la mujer de pelo recogido y rubio. Ella está asustada, mirando al pasado. Tiembla y camina con apuro. Siente la presencia de las almas. Siente la presencia del tiempo insignificante dentro de la corteza de los árboles. ¿Creerá, quizás, que ese cúmulo verde de ramas y silencios, le están labrando palabras en su cabeza?

          Corre y tropieza, la mujer rubia. Ella mira hacia atrás, preguntándose por el cuerpo que abandonó. Se pregunta por la inanidad de las manos del cuerpo frío y húmedo que abandonó. Desesperada, así, mira a sus propias manos envueltas en rojo de cuerpo. Estremecida, las limpia en la tierra o en algunas plantas calladas. Dos pájaros, del mismo oficio que las nubes y el cielo, salen disparando a través de la última hora encima del bosque. La libertad de la tarde, que se hace noche, y esa noche madrugada, y esa madrugada día, y ese día tarde noche madrugada, se encomienda al tiempo. Este tiempo que firme se aferra en el bosque, queda en silencio. Enseña a una mujer perfumada que limpia sus manos y un paraguas. Ella sabe a ciencia cierta que la velocidad con la que camine no cambiará ningún asunto del pasado. Ella sabe que el bosque es testigo, y que algún día, este sendero de tierra fresca, hablará.

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