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Iglesia en Nuenen

 

 

De oro muerto y frío,

la tarde en la iglesia de Nuenen.

De hojas engorrionadas

y pichones.

 

Se oyen

los crisantemos carmesíes erguidos de trigo,

las tímidas voces de los cuerpos reflejados sobre el agua.

 

Sedienta laguna de pantano,

de espejos y arenas de hojas de arce.

 

Reservados,

los crisantemos,

se vuelven personas

y torreones en el tumulto.

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